miércoles, 30 de noviembre de 2011

La noche y el rey destronado

El sábado hacía una tarde soleada magnífica, impropia de finales de noviembre. Subí a la sierra a darme la pateada y saborear el otoño. No contaba con los cazadores, que andaban en la segunda parte de la operación batida del jabalí: recuperación de los perros. Gritos por aquí, perros por allá y todoterrenos por sitios imposibles ¡¡por dónde llegan a subir!!

La zona es muy interesante para mamíferos y quería haber bajado a la vez que se iba el sol. Al final se me hizo tarde y no sólo el ocaso sino la noche entera se me vino encima. Y ahí, solo en mitad de la noche, me vino la vena filosófica: el hombre como especie, buffff. El miedo, o pánico que despertamos hacia el resto de mamíferos es tal que muchas especies se han vuelto nocturnas como única estrategia de supervivencia. No es para menos. Me puse en la piel de los corzos y jabalís que ese día se encontraban en la zona de la batida…



Practicamente había luna nueva, apenas una fina línea iluminada


No sé si somos los “reyes” del universo, de la Tierra sí, sin duda. Pero somos un rey tirano, que ha sometido a todas las especies y eliminado de forma definitiva a cientos de ellas. Demasiado poderosos. Sin embargo cuando cae la noche… cuando cae la noche y nos dejan solos en mitad de un bosque los miedos nos invaden. Entonces “no somos ná”, unos inútiles. No tenemos olfato, de oído justicos y la vista no está adaptada a la noche. ¡lo difícil que nos resulta siquiera andar!


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A principios de noviembre también me sorprendió la noche, pero esta vez con luna creciente



Fui en busca de la pista para poder volver. Y me lo tomé con tranquilidad, saboreando esa sensación de “poca cosa”. Di por hecho que tras una batida sería más complicado ver animales grandes y me contenté con oir “alguien” royendo una corteza ¿?, unos gruñidos probablemente de tejón y al búuuuuuuuho real (un placer). Cuando llegué al coche, el búho ya había dejado de cantar, la luna, con su diminuta línea iluminada, se había escondido en el horizonte y la noche ya mostraba todas las estrellas. Me quedé un rato mirándolas corroborando que ciertamente “no somos ná”. Alguna vez leí que vemos unas 3.000 estrellas, con los prismáticos ciertamente muchas más. La Vía Láctea estaba preciosa y hasta me saludó una estrella fugaz. Pedí un deseo pero no os lo voy a decir. Quiero que se cumpla.

1 comentario:

mikelgar dijo...

Yo también quiero que se cumpla. Sin duda alguna.