En la costa atlántica francesa, frente a La Rochelle y unidos entre sí por un puente de casi 3km., se encuentra la bonita isla de Ré. Es una isla con forma alargada, de unos 30 km de largo y apenas 5 de ancho. Muy llana, en algún sitio leí que la altura máxima era de 19 m.
Fue el sitio elegido para pasar unos días tranquilos (aún siendo Semana Santa) en familia. Esta isla está preparada para ser disfrutada en bici. Centenares de ellas por todos sitios, con pistas que unen los pueblos y te permiten acceder a lugares imposibles para el coche. Mucha zona de marisma, con salinas, largas playas “atlánticas” que nada tienen que ver con las “mediterráneas” y la tranquilidad francesa, lejana al ruidoso vecino del sur.
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En una isla los barcos tienen un papel fundamental, pero en tierra firme la bicicleta es la estrella del lugar |
En cuanto al bicherío, en estas latitudes conviven las colonias de patiamarillas con las argénteas, las sombrías con los gaviones e incluso vi cabecinegras ente las reidoras y es un lujo verlos todos juntos.
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Grupo de gaviones |
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Las peleas por la comida son constantes. Nadie le discute al jefe... |
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... ni siquiera la poderosa garza |
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Garza real |
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En esta zona la gaviota argéntea tiene su límite sur ... |
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... y la patiamarilla su limite norte, conviviendo ambas especies en esta franja altántica. |
Entre las “especialidades” de la isla destaca el abundante tarro blanco, hay una colonia de ibis sagrado que no vi, charranes comunes, pechiazules, muchísima curruca zarcera, alguna barnacla canadiense, y las citadas gaviotas argénteas y gaviones.
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Tarro blanco. La mayoría se encontraba aún en parejas. |
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Pude observar al menos 4 barnaclas canadienses |
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Los charranes también se afanaban en sus preparativos nupciales |
El campo, precioso, como sólo el mes de abril y mayo saben dejarlo. Ver cantar al pechiazul entre un tupido manto amarillo fue un placer que no pude retratar.
Curiosamente había bastante vencejo, cuando aquí aún no había visto. Tórtolas, mucha torcaz, abundante conejo, faisanes … también podría ser un paraíso para los cazadores.
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La curruca zarcera es muy abundante. Su canto se oye ahí donde vas. Mucho más confiada que el pechiazul, no le importaba exhibirse a escasos metros
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Los faisanes son habituales en la isla. Creo que sólo vi machos |
Me quedé algo decepcionado con el paso de limícolas. Probablemente tenga que ver que en mis ratos de pajareo (el amanecer, mientras la familia se despereza) la marea estaba baja y aquí eso marca mucho ya que el mar se retira decenas de metros cambiando radicalmente el paisaje. Aún así vi algún ostrero, bastante vuelvepiedras, cigüeñuelas, correlimos comunes, archibebes, zarapitos, agujas, avocetas…
Un agradable lugar donde se puede volver.
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